La intolerancia a la lactosa es un fenómeno más habitual de lo que parece. Con una breve explicación, el lector entenderá por qué se produce. La lactosa es un nutriente (en este caso, un tipo de azúcar) que encontramos en todas las leches de los animales mamíferos. Para que el cuerpo humano pueda digerir correctamente la lactosa necesita de una enzima digestiva específica producida en el intestino delgado: la lactasa.
Es importante saber que, con la edad, va disminuyendo la producción de lactasa. De hecho, hay niños que, desde muy pequeños, ya tienen un déficit de producción de lactasa y, a partir de los 3 años, la producción de esta enzima va cada vez a menos. Esta evidencia natural es el principal argumento para afirmar que la leche no es un alimento adecuado para los humanos a partir de cierta edad.
Síntomas de la intolerancia a la lactosa
Una persona que padece intolerancia a la lactosa puede experimentar diversos problemas intestinales (digestiones lentas y pesadas), meteorismo (gases), nauseas, vómitos y diarreas, por citar algunos ejemplos de síntomas que fácilmente se pueden relacionar con una alergia alimenticia, sobre todo en el caso de los niños. El organismo reacciona porque considera la lactosa como un cuerpo extraño: el organismo conserva la memoria de la especie humana, sabe que no es natural tomar leche a partir de cierta edad y reacciona, ante este hecho, de diferentes maneras.
Ahora bien, en el adulto hay síntomas más difíciles de relacionar con la intolerancia a la lactosa: dermatitis alérgicas, sensación de cansancio, dolores, problemas en las articulaciones (artritis, artrosis…) e incluso migrañas, etc. Lo que sucede a menudo es que estas patologías se hacen crónicas y el paciente inicia su particular via crucis de terapeuta en terapeuta buscando una cura. Se convierten en cuestiones de salud que no se llegan a resolver porque no se detecta que la solución se encuentra en una alimentación adecuada. Es importante poner el acento en el hecho de que un buen estado del aparato digestivo tiene que ver mucho con nuestra salud global.
A quién afecta más la alergia a la lactosa
la intolerancia a la lactosa afecta más en unos países que en otros. Por ejemplo, es más normal en los países de África que en los países del norte de Europa. Este fenómeno puede explicarse porque en ciertos países consumen menos leche y, en consecuencia, su organismo produce menos lactasa.
Reeducar a la persona en su alimentación
La intolerancia a la lactosa no es una enfermedad. Es una reacción lógica del organismo cuando intentamos meter en el cuerpo un alimento que no le toca. Las molestias se agravan con el tiempo hasta poder llegar a provocar problemas graves de
salud. La mejor solución es reeducar a la persona en su alimentación. Sólo hace falta mirar a la naturaleza para entender que es necesario eliminar la leche y los lácteos de nuestra dieta. A lo sumo, podríamos permitirnos el kéfir y algún yogur.
Una buena alternativa a la leche de origen animal es la leche de avena. También se ha hecho una gran publicidad de la leche de soja, aunque es un alimento que también provoca intolerancia a muchas personas. Lo que debemos hacer es mirar qué nos aporta la leche y encontrar alimentos que pueden suplir sus aportes. Podemos encontrar proteínas en las legumbres y en las semillas y frutas oleaginosas, hidratos de carbono en los cereales, y calcio y magnesio en las algas, semillas oleaginosas las verduras de hoja verde…
Lactancia materna
Decía líneas más arriba que observando la naturaleza nos daremos cuenta que otros mamíferos sólo toman leche hasta cierta edad y quisiera enlazar esta idea con la importancia de la lactancia materna. Un niño podría estar amamantado hasta los 2 ó 3 años con toda naturalidad, siempre que, a partir de un cierto momento, se vayan introduciendo los otros alimentos en su dieta. La leche materna es lo mejor que existe para el ser humano, puesto que es un alimento específico que la madre produce para el niño. En la lactancia, la mujer también alimenta emocionalmente a la criatura, que está en contacto con ella mediante la piel y la boca. Esta alimentación emocional hará que sea mucho más difícil que el niño, de mayor, padezca adicciones (tabaco, alcohol y drogas), tenga problemas de apegos patológicos o sufra desórdenes relacionados con su sexualidad. Y una tercera razón para defender la lactancia materna es el calostro, ya que no hay ninguna sustancia que desarrolle tanto el sistema inmunitario del bebé.